DEBATE EN PELIGRO Y LA POSIBILIDAD DEL VOTO EN BLANCO
ESCRIBE CESAR HILDEBRANDT
El debate electoral está en peligro porque el fujimorismo insiste en vetar dos temas absoluta¬mente trascendentales: a) democracia y derechos humanos; y b) corrupción.
Al cierre de esta edición, un vocero de Gana Perú confirmó que se esperaba una reunión de última hora en la que se seguiría negociando el asunto. El porta¬voz, sin embargo, dijo no estar demasiado esperanza¬do respecto del desenlace. "Los fujimoristas se niegan a aceptar hablar de esos temas. Quieren limitarse a planes de gobierno y economía. Y claro, así el debate se reduciría a una disputa de promesas", dijo.
Es natural que a los herederos de la década mafiosa no les interese hablar de corrupción, democracia ni de¬rechos humanos.
Al final de cuentas, vivieron de la corrupción, se bur¬laron de la democracia y violaron, con escuadrones de la muerte manejados desde la presidencia de la república, los derechos humanos. Eso lo sabemos hace varios cien¬tos de millones de dólares y hace miles de muertos.
Que la gente se entere: si no hay debate electoral será porque la renovada banda dirigida desde prisión se nie¬ga a tocar los temas en los que es más vulnerable.
Ha habido también dificultades, hasta hoy no resuel¬tas, respecto de quién podría moderar el debate. El humalismo propuso a Zenaida Solís, Luis Peurano y Augusto Ál-varez Rodrich. El fujímorismo rechazó las tres propuestas argumentando que la moderación debía estar a cargo de Federico Salazar o José María Salcedo, quienes participa¬ron en los dos debates de la primera vuelta.
Fin, eso es un asunto menor. Lo mayor es el ta¬lante del hampa que quiere volver. Su soberbia y su intransigencia anuncian lo que sería su go¬bierno: un monólogo mañoso en un quinque¬nio otra vez teñido de lo peor.
Los documentos que publicamos en esta edición tie¬nen mucho que ver con el miedo que el tema corrupción desata en las filas de Fujimori. Ellos prueban hasta la re¬dundancia que la señora K. Fujimori sabía perfectamente que su padre manejaba dinero sucio. Y lo sabía ¡porque lo recibía! ¡Y lo recibió cada mes durante varios años.
Una joven asqueada. Asqueada de ver tanto adulto que ha borra¬do de su léxico la palabra asco. ¿Quién lo dice? Pues lo dice la propia señora K. Fujimori en declaración testimonial vertida en el ministerio público.
Que quienes van a votar por Keiko Fujimori se enfrenten a la verdad: ayudarán a que una re¬ducidora y una cómplice de latrocinio, que hoy » disfruta de una prosperidad también inconfe¬sable, gobierne el Perú. Que no nos vengan con el cuento del mal menor, el voto obligado, la opción resignada. Van a votar por alguien que tiene pasado policial, presente dudoso y futuro asegurado. Y que no sólo liberará a su padre (y anexos) con alguna jugarreta legal que pase por el Tribunal Constitucional. Liberará y hará reinar lo más oscuro del Perú, el peor estigma de sus clases domi¬nantes y de sus sirvientes rentados o hipnotizados: una cierta cobardía cívica, una capacidad enorme de perder la dignidad, una avaricia a prueba de vergüenzas. La guerra con Chile, la ocupación de Lima, la colaboración que no pocos peruanos le prestaron al invasor fueron episodios antológicos de esos vicios. El retorno de Alberto Fujimori al poder sería (¿será?) un capítulo más de una historia que muchas veces leemos ruborizados.
La pregunta más urgente quizá no es qué hacer. La pregunta que la decencia dicta es qué no debemos hacer. La respuesta instintiva de cualquiera que no esté manchado por la peste de la corrupción tendría que ser no votar por quien reivindicará con su solo ascenso al poder a una pandilla de ladrones y asesinos que usó la política como tapadera.
Si Húmala produjera absoluto rechazo porque muchos pueden verlo como un nudo de dudas, un crucero sin señas, un viento caprichoso, pues entonces a votar en blanco. A obligarnos a una nueva elección. A limpiar el panorama con un gesto masivo de rechazo a este dilema que nos han impuesto. señor Chlimper, el matón de los balazos en contra de los portuarios que hagan huelga, votará por K. Fujimori. El señor Raúl Vargas volverá a servir a los Fujimori. El señor Joy Way votará, ahora que ya no está preso, por Fujimori.Y lo mismo harían los encarcelados de uniforme que deshonraron a Bolognesi, a Grau, a Quiñones. Y lo mismo harán los prófugos de todas las coordenadas que esperan la prescripción o el triunfo de K. Fujimori.Todos ellos aman a K. Fujimori.Y quienes voten por ella no podrán evitar la proximidad de esos prontuarios, la cercanía amistosa de esos crímenes. Por más que digan que lo hacen por el Perú. El Perú no merece esos favores. El Perú es algo más que una suma de codicias.
ESCRIBE CESAR HILDEBRANDT
El debate electoral está en peligro porque el fujimorismo insiste en vetar dos temas absoluta¬mente trascendentales: a) democracia y derechos humanos; y b) corrupción.
Al cierre de esta edición, un vocero de Gana Perú confirmó que se esperaba una reunión de última hora en la que se seguiría negociando el asunto. El porta¬voz, sin embargo, dijo no estar demasiado esperanza¬do respecto del desenlace. "Los fujimoristas se niegan a aceptar hablar de esos temas. Quieren limitarse a planes de gobierno y economía. Y claro, así el debate se reduciría a una disputa de promesas", dijo.
Es natural que a los herederos de la década mafiosa no les interese hablar de corrupción, democracia ni de¬rechos humanos.
Al final de cuentas, vivieron de la corrupción, se bur¬laron de la democracia y violaron, con escuadrones de la muerte manejados desde la presidencia de la república, los derechos humanos. Eso lo sabemos hace varios cien¬tos de millones de dólares y hace miles de muertos.
Que la gente se entere: si no hay debate electoral será porque la renovada banda dirigida desde prisión se nie¬ga a tocar los temas en los que es más vulnerable.
Ha habido también dificultades, hasta hoy no resuel¬tas, respecto de quién podría moderar el debate. El humalismo propuso a Zenaida Solís, Luis Peurano y Augusto Ál-varez Rodrich. El fujímorismo rechazó las tres propuestas argumentando que la moderación debía estar a cargo de Federico Salazar o José María Salcedo, quienes participa¬ron en los dos debates de la primera vuelta.
Fin, eso es un asunto menor. Lo mayor es el ta¬lante del hampa que quiere volver. Su soberbia y su intransigencia anuncian lo que sería su go¬bierno: un monólogo mañoso en un quinque¬nio otra vez teñido de lo peor.
Los documentos que publicamos en esta edición tie¬nen mucho que ver con el miedo que el tema corrupción desata en las filas de Fujimori. Ellos prueban hasta la re¬dundancia que la señora K. Fujimori sabía perfectamente que su padre manejaba dinero sucio. Y lo sabía ¡porque lo recibía! ¡Y lo recibió cada mes durante varios años.
Una joven asqueada. Asqueada de ver tanto adulto que ha borra¬do de su léxico la palabra asco. ¿Quién lo dice? Pues lo dice la propia señora K. Fujimori en declaración testimonial vertida en el ministerio público.
Que quienes van a votar por Keiko Fujimori se enfrenten a la verdad: ayudarán a que una re¬ducidora y una cómplice de latrocinio, que hoy » disfruta de una prosperidad también inconfe¬sable, gobierne el Perú. Que no nos vengan con el cuento del mal menor, el voto obligado, la opción resignada. Van a votar por alguien que tiene pasado policial, presente dudoso y futuro asegurado. Y que no sólo liberará a su padre (y anexos) con alguna jugarreta legal que pase por el Tribunal Constitucional. Liberará y hará reinar lo más oscuro del Perú, el peor estigma de sus clases domi¬nantes y de sus sirvientes rentados o hipnotizados: una cierta cobardía cívica, una capacidad enorme de perder la dignidad, una avaricia a prueba de vergüenzas. La guerra con Chile, la ocupación de Lima, la colaboración que no pocos peruanos le prestaron al invasor fueron episodios antológicos de esos vicios. El retorno de Alberto Fujimori al poder sería (¿será?) un capítulo más de una historia que muchas veces leemos ruborizados.
La pregunta más urgente quizá no es qué hacer. La pregunta que la decencia dicta es qué no debemos hacer. La respuesta instintiva de cualquiera que no esté manchado por la peste de la corrupción tendría que ser no votar por quien reivindicará con su solo ascenso al poder a una pandilla de ladrones y asesinos que usó la política como tapadera.
Si Húmala produjera absoluto rechazo porque muchos pueden verlo como un nudo de dudas, un crucero sin señas, un viento caprichoso, pues entonces a votar en blanco. A obligarnos a una nueva elección. A limpiar el panorama con un gesto masivo de rechazo a este dilema que nos han impuesto. señor Chlimper, el matón de los balazos en contra de los portuarios que hagan huelga, votará por K. Fujimori. El señor Raúl Vargas volverá a servir a los Fujimori. El señor Joy Way votará, ahora que ya no está preso, por Fujimori.Y lo mismo harían los encarcelados de uniforme que deshonraron a Bolognesi, a Grau, a Quiñones. Y lo mismo harán los prófugos de todas las coordenadas que esperan la prescripción o el triunfo de K. Fujimori.Todos ellos aman a K. Fujimori.Y quienes voten por ella no podrán evitar la proximidad de esos prontuarios, la cercanía amistosa de esos crímenes. Por más que digan que lo hacen por el Perú. El Perú no merece esos favores. El Perú es algo más que una suma de codicias.
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