jueves, 2 de diciembre de 2010

LOS FAMOSOS PETROAUDIOS

DOBLE INDIGNACIÓN
Los intentos de quien nos gobierna de minimizar la corrupción que corroe a su administración causan en los ciudadanos tanta o mayor indignación que la corrupción misma, evidenciada en el escándalo que obligó a renunciar al Ministerio del Interior a un político aprista muy cercano al presidente.
Decir que todos los gobiernos han tenido problemas de corrupción o negar la responsabilidad de haber nombrado una y otra vez funcionarios sin las cualidades éticas necesarias, y cargar la misma al Congreso, a la Contraloría domesticada por el gobierno y hasta a la prensa, resulta así una afrenta casi tan grande como la de ver cómo se habían alzado con una gruesa suma del dinero de los asegurados.
Ello equivale, como afirma un conocido parlamentario, a echarles la culpa del robo a quienes no pudieron impedir la entrada a los ladrones.
Ha tenido el gobernante por cierto que endurecer un tanto los términos, ante el rechazo general a su intento de calificar de simple “viveza criolla”, “falta” o “aprovechamiento de un vacío legal” (lo que implica a pretender que el latrocinio fue legal) censurable y de trazar como línea sobre la corrupción la frase “el que comete una falta se va”, que para el sabio entendimiento popular significa el que se deja descubrir tiene que irse.
Al elevar el tono, ha vuelto a hablar de “ratas”, término que ya usó tras estallar el escándalo de los petroaudios, que tuvo entre sus principales protagonistas a quien sigue considerando su “candidato favorito”.
Aquella vez habló de acabar con “las ratas” y terminó reduciendo el grave caso a un “escandalote” y, dos años después, el caso sigue impune y el presidente insiste en que, al fin y al cabo, los involucrados no lograron la firma de ningún contrato, lo que coincide con el alegato de los dos únicos acusados y detenidos, según los cuales al no haber conseguido ningún contrato con el Estado, simplemente no hay delito.
También indigna a la ciudadanía la ofensa que hace a la inteligencia de los peruanos el autor del último, o mejor dicho, el más reciente, escándalo de corrupción, al pedir disculpas por haber cobrado cerca de 200 mil soles sin leer lo que le estaban pagando ilegalmente, algo comparable con el alegato del ladrón que, al hallarse lo robado en su bolsillo, jura que se lo pusieron allí.
Como lo último que se pierde es la esperanza, debería el gobierno enmendar rumbos y atender el clamor ciudadano de un combate decidido contra la corrupción que drena recursos que deberían dedicarse a la lucha contra la pobreza, merma las inversiones por la falta de seguridad jurídica, atenta contra la eficiencia del aparato estatal y, lo peor, debilita la democracia por destruir poco a poco su credibilidad y la decisión de los ciudadanos de defenderla, como hemos visto en la historia reciente del país

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