CRUZ DE MOTUPE: LA ROBARON Y LA ROMPIERON, PERO LA FE DEL PUEBLO BRILLÓ
Luego de días de angustia, ayer se capturó a un vendedor de cuadros religiosos presuntamente implicado en el robo de la Cruz de Motupe. Óscar Risco Cabrera, de 45 años, fue acusado por los vigilantes de la gruta de ser uno de los ladrones. No obstante el día del hallazgo a Risco se lo vio llorando.
Quienes sustrajeron y seccionaron en cinco partes la Santísima Cruz de Motupe en la madrugada del martes, jamás advirtieron que el sagrado madero tiene una fibra interior hipersensible que no puede ser destruida ni con el arma más filosa del mundo: la fe.
Con el preciado botín en sus manos, los delincuentes tuvieron más de 24 horas para arrancarle más de un centenar de brazaletes de oro de 18 kilates y plata muy fina que habían sido colocados por los devotos como agradecimiento por los milagros concedidos.
Los maleantes seccionaron la cruz con una sierra eléctrica. Se supone que ni al más ingenuo ladrón se le hubiera ocurrido ir cargando por los caseríos aledaños a Motupe una cruz de 80 kilogramos de peso total y más de 2,50 metros de altura.
Si la verdadera intención -además del robo de las joyas- era destruir para siempre la cruz bendita, los sacrílegos se equivocaron. El pueblo de Motupe reaccionó como un león herido.
LA NOTICIA
La sustracción de la cruz, que por esta época normalmente permanece en la gruta del cerro Chalpón -distante a unos 12 kilómetros de Motupe- se conoció a las 7 de la mañana del último martes. Fueron los vigilantes de la gruta, Julián Purihuamán Ayala y Benicio Díaz Coronel -este último natural de Chota y con antecedentes penales por homicidio-, quienes llamaron al párroco de la iglesia de San Julián, Germán Mesta Vera, para contarle el infeliz acontecimiento. Ellos fueron detenidos como sospechosos y sometidos a interrogatorios.
Las explicaciones resultaban insuficientes para entender el hecho. El jefe de la policía de Chiclayo, general PNP Carlos Vallejos Passano, señaló que la cruz había estado protegida por cinco gruesos candados, los cuales no fueron violentados sino más bien abiertos con copias de las llaves originales.
En escasas horas, los casi 25 mil pobladores del distrito de Motupe se enteraron de lo sucedido. La gente lloraba de rabia, los niños dejaron de asistir al colegio para orar frente a la iglesia y las mujeres preparaban algunos fiambres para sus esposos e hijos jóvenes, que durante todo el martes buscaron la cruz detrás del cerro Chalpón, en un sector conocido como Jagüey Negro.
Ese día, el trabajo de los 150 miembros de la policía que llegaron de Chiclayo no dio resultados. Motupe estaba inundado de rumores. En su desesperación, los creyentes católicos acusaron a los evangélicos del robo.
MIÉRCOLES DE RESURRECCIÓN
El miércoles la pequeña ciudad de agricultores amaneció muy sombría. Muchos negocios, mercados e instituciones públicas estuvieron cerrados. La bandera fue izaba a media asta.
Los dueños de empresas de transportes dejaron de lado su trabajo cotidiano, el traslado de pasajeros entre Chiclayo y Motupe, y pusieron sus camionetas a disposición de los voluntarios para apoyar la búsqueda por alejadas localidades como Sóndor, Jagüey Negro, Tinajones, Anchovira, Zapote, Chanduví, Tongorrape y Las Humedades. Hasta esos lugares se pretendía llegar en pesados volquetes proporcionados por la municipalidad.
El reloj marcaba las 9:55 de la mañana cuando César Sánchez, ex jugador del club de fútbol Juan Aurich, recibió una llamada en la que le comunicaban que la cruz había sido hallada en la falda del cerro Chalpón, a 4 kilómetros de la gruta de veneración.
La plaza de armas se convirtió en mar de emociones. Unos aplaudían, otros lloraban y muchos dirigieron su mirada al infinito para agradecer a Dios el haberles devuelto una parte esencial de sus vidas.
Eran momentos de indescriptible euforia. La mitad de los motupanos hizo todo lo posible por abordar el primer vehículo que encontró y se dirigió al lugar donde la cruz estaba en pedazos, sin sus joyas.
El resto de los ciudadanos esperó por más de una hora el ingreso triunfal del sagrado madero de la especie guayacán, que desde ese día permanece en la iglesia San Julián. Allí la cruz sigue siendo venerada mientras un grupo de especialistas se prepara para restaurarla antes del 5 de agosto, día central de la festividad. Justo a tiempo.(Wilfredo Sandoval)
Luego de días de angustia, ayer se capturó a un vendedor de cuadros religiosos presuntamente implicado en el robo de la Cruz de Motupe. Óscar Risco Cabrera, de 45 años, fue acusado por los vigilantes de la gruta de ser uno de los ladrones. No obstante el día del hallazgo a Risco se lo vio llorando.
Quienes sustrajeron y seccionaron en cinco partes la Santísima Cruz de Motupe en la madrugada del martes, jamás advirtieron que el sagrado madero tiene una fibra interior hipersensible que no puede ser destruida ni con el arma más filosa del mundo: la fe.
Con el preciado botín en sus manos, los delincuentes tuvieron más de 24 horas para arrancarle más de un centenar de brazaletes de oro de 18 kilates y plata muy fina que habían sido colocados por los devotos como agradecimiento por los milagros concedidos.
Los maleantes seccionaron la cruz con una sierra eléctrica. Se supone que ni al más ingenuo ladrón se le hubiera ocurrido ir cargando por los caseríos aledaños a Motupe una cruz de 80 kilogramos de peso total y más de 2,50 metros de altura.
Si la verdadera intención -además del robo de las joyas- era destruir para siempre la cruz bendita, los sacrílegos se equivocaron. El pueblo de Motupe reaccionó como un león herido.
LA NOTICIA
La sustracción de la cruz, que por esta época normalmente permanece en la gruta del cerro Chalpón -distante a unos 12 kilómetros de Motupe- se conoció a las 7 de la mañana del último martes. Fueron los vigilantes de la gruta, Julián Purihuamán Ayala y Benicio Díaz Coronel -este último natural de Chota y con antecedentes penales por homicidio-, quienes llamaron al párroco de la iglesia de San Julián, Germán Mesta Vera, para contarle el infeliz acontecimiento. Ellos fueron detenidos como sospechosos y sometidos a interrogatorios.
Las explicaciones resultaban insuficientes para entender el hecho. El jefe de la policía de Chiclayo, general PNP Carlos Vallejos Passano, señaló que la cruz había estado protegida por cinco gruesos candados, los cuales no fueron violentados sino más bien abiertos con copias de las llaves originales.
En escasas horas, los casi 25 mil pobladores del distrito de Motupe se enteraron de lo sucedido. La gente lloraba de rabia, los niños dejaron de asistir al colegio para orar frente a la iglesia y las mujeres preparaban algunos fiambres para sus esposos e hijos jóvenes, que durante todo el martes buscaron la cruz detrás del cerro Chalpón, en un sector conocido como Jagüey Negro.
Ese día, el trabajo de los 150 miembros de la policía que llegaron de Chiclayo no dio resultados. Motupe estaba inundado de rumores. En su desesperación, los creyentes católicos acusaron a los evangélicos del robo.
MIÉRCOLES DE RESURRECCIÓN
El miércoles la pequeña ciudad de agricultores amaneció muy sombría. Muchos negocios, mercados e instituciones públicas estuvieron cerrados. La bandera fue izaba a media asta.
Los dueños de empresas de transportes dejaron de lado su trabajo cotidiano, el traslado de pasajeros entre Chiclayo y Motupe, y pusieron sus camionetas a disposición de los voluntarios para apoyar la búsqueda por alejadas localidades como Sóndor, Jagüey Negro, Tinajones, Anchovira, Zapote, Chanduví, Tongorrape y Las Humedades. Hasta esos lugares se pretendía llegar en pesados volquetes proporcionados por la municipalidad.
El reloj marcaba las 9:55 de la mañana cuando César Sánchez, ex jugador del club de fútbol Juan Aurich, recibió una llamada en la que le comunicaban que la cruz había sido hallada en la falda del cerro Chalpón, a 4 kilómetros de la gruta de veneración.
La plaza de armas se convirtió en mar de emociones. Unos aplaudían, otros lloraban y muchos dirigieron su mirada al infinito para agradecer a Dios el haberles devuelto una parte esencial de sus vidas.
Eran momentos de indescriptible euforia. La mitad de los motupanos hizo todo lo posible por abordar el primer vehículo que encontró y se dirigió al lugar donde la cruz estaba en pedazos, sin sus joyas.
El resto de los ciudadanos esperó por más de una hora el ingreso triunfal del sagrado madero de la especie guayacán, que desde ese día permanece en la iglesia San Julián. Allí la cruz sigue siendo venerada mientras un grupo de especialistas se prepara para restaurarla antes del 5 de agosto, día central de la festividad. Justo a tiempo.(Wilfredo Sandoval)
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