LOS DE ARRIBA Y LOS DE ABAJO
Puede ser o no ser injusto, pero la verdad es que la división de la sociedad en clases es un hecho inevitable en toda sociedad. Desde siempre, ya sea por la vía revolucionaria o electoral, son muchos los movimientos insurgentes que han logrado hacerse con el poder; pero el resultado nunca ha sido el soñado. ¿Qué pasó? Pasó lo que tenía que pasar: va contra el orden natural que los "más" manden sobre los "menos". Lo que significa que el destino de los pueblos, hagan lo que hagan, es el de ser sometidos, regulados y mandados. Así ha sido siempre y jamás dejará de ser, para que se siga cumpliendo la ley natural y necesaria del dominio del hombre por el hombre.
De estos sueños que se convierten en pesadillas se ocupó Orwell en una estupenda novela figurada: Un buen día el señor Jones se encontró con una rebelión en la granja, donde cerdos, caballos, perros, vacas, cabras, ovejas, entre otros animales, se confabularon para expulsarlo de su propiedad. Bajo la dirección de los cerdos, los animales se hacen cargo del negocio logrando que funcione. Pero pronto aparecen los conflictos: el cerdo que lideró la revolución se ve expulsado por otro cerdo que, en alianza con los perros, termina apoderándose del "poder".
Bajo esta nueva dirección se modifican los artículos fundamentales de la libertad animal, el trabajo aumenta, las raciones disminuyen y aparece el descontento. Por supuesto, el nuevo jefe (un marrano llamado Napoleón) inicia persecuciones y, para que nadie crea que es un blandengue, ordena ejecutar sumariamente a una gallina. Los cerdos (la clase dirigente) aprenden a caminar sobre sus patas traseras y hasta le agarran gusto al tabaco, a los naipes y al licor. Al final, todos descubren que han cambiado para peor.
La moraleja es muy sencilla: tanto en la granja como en la sociedad humana, los de "arriba" y los de "abajo" es lo que se corresponde con la naturaleza humana. Esto no significa que debamos renunciar al sueño igualitario; pero debemos avanzar con mucha cautela, pues cada vez que se ha ofrecido la igualdad, siempre ha sido a costa de la libertad. De lo que no se percatan las víctimas es de que si se pierde la libertad, se pierde todo, incluyendo la igualdad, que es un derivado de la libertad.(Jorge Barba Caballero.)
Puede ser o no ser injusto, pero la verdad es que la división de la sociedad en clases es un hecho inevitable en toda sociedad. Desde siempre, ya sea por la vía revolucionaria o electoral, son muchos los movimientos insurgentes que han logrado hacerse con el poder; pero el resultado nunca ha sido el soñado. ¿Qué pasó? Pasó lo que tenía que pasar: va contra el orden natural que los "más" manden sobre los "menos". Lo que significa que el destino de los pueblos, hagan lo que hagan, es el de ser sometidos, regulados y mandados. Así ha sido siempre y jamás dejará de ser, para que se siga cumpliendo la ley natural y necesaria del dominio del hombre por el hombre.
De estos sueños que se convierten en pesadillas se ocupó Orwell en una estupenda novela figurada: Un buen día el señor Jones se encontró con una rebelión en la granja, donde cerdos, caballos, perros, vacas, cabras, ovejas, entre otros animales, se confabularon para expulsarlo de su propiedad. Bajo la dirección de los cerdos, los animales se hacen cargo del negocio logrando que funcione. Pero pronto aparecen los conflictos: el cerdo que lideró la revolución se ve expulsado por otro cerdo que, en alianza con los perros, termina apoderándose del "poder".
Bajo esta nueva dirección se modifican los artículos fundamentales de la libertad animal, el trabajo aumenta, las raciones disminuyen y aparece el descontento. Por supuesto, el nuevo jefe (un marrano llamado Napoleón) inicia persecuciones y, para que nadie crea que es un blandengue, ordena ejecutar sumariamente a una gallina. Los cerdos (la clase dirigente) aprenden a caminar sobre sus patas traseras y hasta le agarran gusto al tabaco, a los naipes y al licor. Al final, todos descubren que han cambiado para peor.
La moraleja es muy sencilla: tanto en la granja como en la sociedad humana, los de "arriba" y los de "abajo" es lo que se corresponde con la naturaleza humana. Esto no significa que debamos renunciar al sueño igualitario; pero debemos avanzar con mucha cautela, pues cada vez que se ha ofrecido la igualdad, siempre ha sido a costa de la libertad. De lo que no se percatan las víctimas es de que si se pierde la libertad, se pierde todo, incluyendo la igualdad, que es un derivado de la libertad.(Jorge Barba Caballero.)
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