FRANCISCO DENUNCIA ANTE LOS
CARDENALES LOS FALLOS DE LA IGLESIA LATINOAMERICANA
Cuidado con
Francisco. El papa argentino tiene una predilección natural por los espacios
abiertos y la sonrisa, por las frases con gancho —o como ganchos directos al
corazón— y por el sorbo de mate que le ofrece cualquiera en su recorrido a
cuerpo gentil por Río de Janeiro. Pero, cuando tiene que echar una bronca,
muerde sin soltar bocado. Después de la misa final en Copacabana, a la que
asistieron en primera fila las presidentas de Brasil y Argentina y también el
de Bolivia, Jorge Mario Bergoglio quiso
reunirse con las conferencias episcopales de América Latina y el Caribe. Y ahí
ya no hubo paños calientes. En forma de preguntas retóricas o de acusaciones
directas, el Papa les puso la cara colorada a los cardenales y
obispos bajo cuya responsabilidad está la Iglesia de la otra orilla. Aunque
su densa disertación requerirá un análisis más detallado, aquí van algunas
perlas.
Hablando del
cumplimiento del llamado Documento de Aparecida, surgido de la V Conferencia
General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, celebrada en 2007 en el
santuario de la patrona de Brasil y en el que participó activamente el entonces
cardenal de Buenos Aires, el ahora Papa se pregunta y les pregunta: “¿Procuramos
que nuestro trabajo y el de nuestros sacerdotes sea más pastoral que
administrativo? ¿Quién es el principal beneficiario de la labor eclesial, la
Iglesia como organización o el Pueblo de Dios en su totalidad?”. Luego, pasa a
criticar uno por uno los vicios de la Iglesia latinoamericana. El primero es la
ideologización del mensaje evangélico que practican sobre todo “grupos de
élite” que “reduce el encuentro con Jesucristo” a una “dinámica descarnada de
autoconocimiento”. Después de no dejar títere con cabeza, critica el
funcionalismo: “Su acción en la Iglesia es paralizante. Más que con la ruta se
entusiasma con la ‘hoja de ruta’. La concepción funcionalista no tolera el
misterio, va a la eficacia. Reduce la realidad de la Iglesia a la estructura de
una ONG. Lo que vale es el resultado constatable y las estadísticas. De aquí se
va a todas las modalidades empresariales de Iglesia. Constituye una suerte de
‘teología de la prosperidad’ en lo organizativo de la pastoral”. Como si no
fuera suficiente, arremete contra el clericalismo. Aquí va a la yugular: “Es
también una tentación muy actual en Latinoamérica. Curiosamente, en la mayoría
de los casos, se trata de una complicidad pecadora: el cura clericaliza y el
laico le pide por favor que lo clericalice, porque en el fondo le resulta más
cómodo. El fenómeno del clericalismo explica, en gran parte, la falta de
adultez y de cristiana libertad en buena parte del laicado latinoamericano. O
no crece (la mayoría), o se acurruca en cobertizos de ideologizaciones o en
pertenencias parciales y limitadas".
Pero cuando más
contundente se mostró Francisco fue a la hora
de tratar el perfil que debe de tener un obispo: “El obispo debe conducir, que
no es lo mismo que mangonear. Los obispos han de ser pastores, cercanos a la
gente, padres y hermanos, con mucha mansedumbre; pacientes y misericordiosos.
Hombres que amen la pobreza, sea la pobreza interior como libertad ante el
Señor, sea la pobreza exterior como simplicidad y austeridad de vida. Hombres
que no tengan ‘psicología de príncipes”.
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