VIDELA CELEBRABA
GOLES A UN KILÓMETRO DE UN CAMPO DE CONCENTRACIÓN.
EN LA ESCUELA DE MECÁNICA DE LA ARMADA, LAS FUERZAS
ARMADAS TORTURABAN Y
MATABAN GENTE
El dictador
Jorge Rafael Videla celebraba con entusiasmo los goles de Argentina en la final
del Mundial de fútbol de 1978 en el estadio Monumental de
Buenos Aires ante Holanda, a menos de mil metros de un campo de concentración
donde las Fuerzas Armadas torturaban y mataban gente.
El gesto
desencajado de su rostro ante un gol marcado por los albicelestes ha quedado
grabado en las páginas más tristes de la historia del deporte más popular de su
país.
“Fue aquella
una Copa Mundial, la primera ganada por la Selección (argentina), que no solo
se trató de fútbol, sino también de corrupción, muerte y miedo”, dice el diario
Clarín.
A Videla le
importaba un rábano el fútbol, pero en aquellos días lo utilizó para crear una
imagen falsa de una presunta alegría popular por un título y dar a entender que
no existían en la sociedad preocupaciones por otros asuntos.
Tango como los Juegos Olímpicos de Berlín en
1936 fueron utilizados por Adolfo Hitler en Alemania,
el Mundial de 1978 disputado y ganado por los albicelestes permitió silenciar
por varios meses lo que ocurría en el país con la junta militar y sus atroces crímenes de lesa
humanidad.
GRITOS SE OIAN EN CENTROS DE DETENCIÓN
“Los argentinos somos derechos y humanos”, insistían los anuncios de la dictadura mientras que sus cabecillas, el general del Ejército Videla, el jefe de la Marina almirante Eduardo Emilio Massera y el de la Fuerza Aérea brigadier Aérea Orlando Agosti disponían quiénes tenían o no derecho a la vida.
“Los argentinos somos derechos y humanos”, insistían los anuncios de la dictadura mientras que sus cabecillas, el general del Ejército Videla, el jefe de la Marina almirante Eduardo Emilio Massera y el de la Fuerza Aérea brigadier Aérea Orlando Agosti disponían quiénes tenían o no derecho a la vida.
El estadio Monumental, el principal de los
seis escenarios del Mundial’78, está situado muy cerca de la Escuela de
Mecánica de la Armada, el mayor centro clandestino de detención,
tortura y muerte de aquellos años. A unos ocho minutos andando.
Una
distancia suficiente para que el eco del grito de una multitud se escuchara con
nitidez en celdas oscuras, el salas de torturas, en recintos donde parían a sus
hijos mujeres detenidas y posteriormente desaparecidas.
En ese
agujero de la Marina de Guerra donde se instruyó a miles de jóvenes para
torturar y matar, se llevaba todo aquello a la práctica mientras la selección
argentina superaba a la de Holanda por 3-1 en noventa minutos de juego más
treinta de una prórroga.
NUNCA VOLVIÓ A PISAR UN ESTADIO DE FÚTBOL
Videla creyó que la puesta en escena era perfecta. Que todo había salido bien. Que se había dado un ejemplo al mundo de armonía y paz en un país en que las Fuerzas Armadas estaban “reorganizando”.
Videla creyó que la puesta en escena era perfecta. Que todo había salido bien. Que se había dado un ejemplo al mundo de armonía y paz en un país en que las Fuerzas Armadas estaban “reorganizando”.
Le
condenaron de por vida por la comisión de delitos de lesa humanidad. Le
indultaron. Se reabrieron los procesos en la Justicia, fue condenado nuevamente
y pasó parte de su vida en la cárcel, donde murió en una celda a los 87 años.
Desde aquella final con Holanda disputada el 25 de
junio de 1978, Videla no volvió a pisar un estadio. No le importaba el fútbol
ni las vidas de 30.000 desaparecidos durante la dictadura que encabezó desde el
golpe de 1976 y que terminó con otros jerarcas castrenses en 1983, cuando se
recuperó la democracia.
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